16.4.16

POESÍA A LAS ERMITAS DE CÓRDOBA


Fernández Grilo, autor de la poesía (a la derecha).

Antonio Fernández Grilo (en la imagen a la derecha), poeta cordobés nacido en 1845, muy querido por su carácter mundano, hablaba en esta poesía de su más entrañable recuerdo: las ermitas de Córdoba, un conjunto de 13 ermitas poco conocidas para los no cordobeses que albergaban cobijo a los eremitas que se retiraban, procedentes de localidades como Santaella, Écija, Villanueva de Córdoba, en Sierra Morena, o la propia Córdoba, para meditar, dedicarse a la vida humanitaria y a la total austeridad. Fueron las protagonistas del cupón de la ONCE del 19 de agosto de 1991, perteneciente a la extraordinaria colección Poesía española (Julio-septiembre de 1991).

Busto de Fernández Grilo en la entrada de las Ermitas de Córdoba junto a la poesía que aparece en el cupón

Fue el Hermano Francisco de Jesús quien consiguió, gracias al obispo Pedro de Salazar y Toledo que la ciudad cediera a esta comunidad religiosa el conocido como Cerro de la Cárcel, para el retiro espiritual de los diferentes ermitaños. La 1ª de las ermitas fue construida en 1703, oficiándose la primera misa seis años más tarde en una pequeña capilla, siendo consagrada en aquel acto a Ntra. Sra. de Belén.

Ermitaño sentado en el Sillón del Rey.

Debido a su privilegiada situación, con maravillosas vistas a todo el Valle del Guadalquivir a su paso por Córdoba, el obispo Pedro Antonio de Trevilla mandó construir un asiento al borde del cerro para poder contemplar el entorno, conocido entre los cordobeses como el sillón del rey.

El 13 de abril de 1836, con motivo de la desamortización de Mendizábal, los eremitas son expulsados, si bien volvieron nueve años después, tras comprar los religiosos a su propietario el terreno sobre el que se asentaban las ermitas.
En 1929 se erige el Sagrado Corazón de Jesús, una imponente escultura, visible desde toda la ciudad, que supone el único punto luminoso de la sierra. Más de 25000 cordobeses asistieron a su inauguración.

Las ermitas albergaron ermitaños hasta 1957, año en que el obispado decide, antes de la muerte del último de ellos, Juan Vicente de la Madre de Dios, entregarlas a los frailes carmelitas, orden religiosas más cercana a la forma de vida austera.

LAS ERMITAS DE LA SIERRA DE CÓRDOBA  

Hay en mi alegre sierra
sobre las lomas,  
unas casitas blancas    
como palomas. 

Le dan dulces esencias
los limoneros,  
los verdes naranjales   
y los romeros.

Allí, junto a las nubes,   
la alondra trina;   
allí tiende sus brazos  
la cruz divina.

La vista arrebatada   
vuela en su anhelo  
del llano a las ermitas,   
de ellas al cielo.

Allí olvidan las almas   
sus desengaños;  
allí cantan y rezan  
los ermitaños. 

El agua que allí se oculta 
se precipita,   
dicen los cordobeses 
que está bendita.

Prestan a aquellos nidos    
los querubes,   
guirnaldas las estrellas,
mantos las nubes.  

¡Muy alta está la cumbre, 
la cruz muy alta!  
¡Para llegar al cielo 
cuán poco falta! 
       A. F. Grilo.

Frase que invita a la reflexión. Ermitas de Córdoba
Vistas de la ciudad de Córdoba y las ermitas (izquierda)

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