Una de las colecciones -al menos para mí- más extrañas que ha publicado la ONCE es la que trata la mitología griega, colección de solo 20 cupones (22 de marzo-22 de abril de 1999).
Se trata de una serie de bosquejos monocolor que reproduce la imagen que los antiguos griegos daban a sus propios dioses.
De todos ellos, mi favorito -siempre visto desde la perspectiva de un niño- era sin duda el del dios Pan, el dios del campo, de los pastores y rebaños, equivalente al dios Fauno de la mitología romana. Dios de la fertilidad y la sexualidad masculina, que se dedicaba, el muy pillo, a perseguir por los bosques los favores de las ninfas y muchachas. De hecho, se decía que vivía con una especie de harén de ninfas en una gruta del Parnaso, conocida en Grecia como Coriciana. También se le atribuían, parece ser, ciertos dones proféticos, cazadores, curanderos y músicos.
Este último don, el de la música, es el que me resulta más curioso en este caso, ya que este dios otorgó nombre a una de las familias de flautas más reconocibles, sobre todo, en Sudámerica: la flauta de pan, hecha de cañas, entre las que se halla las típicas zampoñas andinas o las flautas Siku, reproducida por la ONCE allá por 1987 (véase la imagen):
Por supuesto, el dios Pan, además de un bastón de pastor, siempre llevaba consigo una de estas flautas, conocidas en Grecia como siringa.
Le agradaban las fuentes y las sombras (de ahí que su lugar favorito fueran los bosques y las cuevas), no solo por el fresco que estas podían proporcionarle, sino también porque en ellos pordía esconderse para espiar a las ninfas sin ser visto.
Pan era especialmente irascible si se le molestaba durante sus siestas. Los habitantes de Arcadia tenían la creencia de que, cuando una persona dormía la siesta, no se le debí despertas bajo ningún concepto, ya que así se interrumpía el sueño del dios Pan.
Este curioso ser con cuerpo de humano y cabeza y patas de carnero le ha dado también una palabra al diccionario de nuestra lengua, pues, ni más ni menos, de él procede la palabra pánico, que, en principio, hacía referencia al miedo que producía la morada del dios Pan (la palabra en cuestión se escribía así Πανικός "Panikós": PAN + IKÓS). La terminación IKÓS significaba "hogar", es decir, el hogar de Pan. Posteriormente, esta palabra hacía referencia al remor masivo que sufrían las manadas y los rebaños ante la caída de rayos, definición que ha variado -aunque solo una pizca- con el paso del tiempo, llegando al día de hoy, que hace referencia a cualquier tipo de miedo extremo.
Por supuesto, el dios Pan, además de un bastón de pastor, siempre llevaba consigo una de estas flautas, conocidas en Grecia como siringa.
Le agradaban las fuentes y las sombras (de ahí que su lugar favorito fueran los bosques y las cuevas), no solo por el fresco que estas podían proporcionarle, sino también porque en ellos pordía esconderse para espiar a las ninfas sin ser visto.
Pan era especialmente irascible si se le molestaba durante sus siestas. Los habitantes de Arcadia tenían la creencia de que, cuando una persona dormía la siesta, no se le debí despertas bajo ningún concepto, ya que así se interrumpía el sueño del dios Pan.
Este curioso ser con cuerpo de humano y cabeza y patas de carnero le ha dado también una palabra al diccionario de nuestra lengua, pues, ni más ni menos, de él procede la palabra pánico, que, en principio, hacía referencia al miedo que producía la morada del dios Pan (la palabra en cuestión se escribía así Πανικός "Panikós": PAN + IKÓS). La terminación IKÓS significaba "hogar", es decir, el hogar de Pan. Posteriormente, esta palabra hacía referencia al remor masivo que sufrían las manadas y los rebaños ante la caída de rayos, definición que ha variado -aunque solo una pizca- con el paso del tiempo, llegando al día de hoy, que hace referencia a cualquier tipo de miedo extremo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario