Una parte importante de la arquitectura que brilló en la Exposición Universal de 1992 en Sevilla puede todavía presenciarse y disfrutarse en la zona de la ciudad donde se celebró la muestra, la Isla de la Cartuja, pero existe también un leve porcentaje de aquellos edificios que pueden aún contemplarse lejos de la capital andaluza. Hasta seis. Una vez finalizada la Expo, algunos de los pabellones fueron desmontados y regresaron a los países o a las comunidades autónomas propietarios, en los que se han intentado aprovechar con otros usos. Allí siguen dando testimonio del éxito de aquella exposición que simbolizó también una etapa de enorme progreso.
Alguno no conocerá siquiera en su actual destino que esos edificios estuvieron originariamente en Sevilla, especialmente en los casos internacionales. Más fácil lo tienen en los casos españoles, ya que hasta cuatro de los pabellones autonómicos fueron desmontados y trasladados a su región correspondiente para otros menesteres. Son los casos de Galicia, Asturias y Aragón, los tres que no se quedaron junto al Lago de España pero tampoco fueron demolidos.
El Pabellón de Galicia en la Expo, imagen del cupón del 1 de junio, obra del arquitecto José Antonio Franco Taboada, fue trasladado con posterioridad a la capital de esa comunidad. Se trata de un edificio de 21 metros de altura y de arquitectura abierta, a modo de templo hipetral, organizado en tres plantas y un semisótano. Desde la planta baja se tiene acceso al sótano y al edificio central, levantándose éste como un gran volumen cúbico acristalado que domina el conjunto.
Se diseñó a base de unas láminas de granito de Lugo y pizarra de Orense ya con la idea de un fácil transporte y un regreso para ser reutilizado, como se hizo. Desde su propia concepción, se construyó para volver a abrirlo en otra ubicación tras la muestra. Tras la Expo 92, de esa forma, el pabellón fue desmantelado y trasladado a Santiago de Compostela, concretamente a la zona de San Lázaro, donde se convirtió en 1996 en la sede de la sociedad Xestión do Plan Xacobeo, albergando parte de su contenido (destaca la gran maqueta en poliéster a escala 1:25 de la catedral de Santiago, uno de los principales atractivos que Galicia presentaba en el 92).
Eso sí, la fusión de entidades vinculadas al turismo gallego emprendida en 2012 ha terminado por cerrarlo precisamente en enero de este año y se está a la espera de que la Xunta de Galicia lo destine a otros servicios públicos; lo que probablemente se hará porque el gobierno gallego quiere reducir gastos de sedes alquiladas y este edificio es de su propiedad. Su pervivencia parece asegurada.
El Pabellón de Asturias (aparecía el 2 de junio de 1992 en el cupón) por su lado, también sigue en pie lejos de Sevilla. Obra de los arquitectos Ramón Muñoz y Antonio Sanmartín, que fueron elogiados por el mismísimo Frank Gehry por este trabajo, fue trasladado en 1994 para convertirse en la sede central del recinto denominado Museo del Pueblo de Asturias, en Gijón, muy cerca del estadio del Sporting y del recinto ferial de la ciudad.
Pabellón del Principado de Asturias en la actualidad |
Pabellón del Principado de Asturias en la Exposición Universal (Imagen de Expo92.es) |
En una superficie de 2.466 metros cuadrados distribuidos en tres plantas, acoge exposiciones de larga duración, además de una sala de exposiciones temporales y otros servicios, como el área recepción y el salón de actos. Permanece, por tanto, funcionando, aunque con escaso «gancho». Llegó a albergar un negocio de hostelería, pero la idea no logró atraer a la gente y sus gestores acabaron por echar la persiana, por lo que se mantiene infrautilizado.
El Pabellón de Aragón (imagen del 23 de junio de 1992 en el cupón de la ONCE) obra de José Manuel Pérez Latorre, fue también trasladado a Zaragoza, donde puede contemplarse junto al mismo Ebro y essede de la Confederación de Empresarios de Aragón desde 1998. Antes, a diferencia de los anteriores, estuvo a punto de ser demolido; un día antes de que ello ocurriese, la sociedad del parque tecnológico de Cartuja se hizo con él por el simbólico precio de una peseta. De ahí llegó a la Junta de Andalucía y, después, al ente empresarial, que se lo llevó a la capital maña readaptándolo para oficinas.
La participación de la comunidad aragonesa en la Expo sevillana fue una de las más valoradas entre los pabellones autonómicos. Con la presencia de diez obras de Goya, la contundencia del edificio (con su gran bóveda de 26 metros sobre el suelo en dos muros de alabastro) y el restaurante aragonés con una terraza que brindaba una de las mejores vistas del lago, recibió enormes elogios.
Fuente: ABC de Sevilla - Enlace aquí
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