El año 1988, año en que la ONCE celebraba su cincuentenario, se caracterizó por haberse mantenido, durante 8 meses, la extraordinaria colección dedicada a la fauna ibérica, la primera gran colección de esta índole continuada en 1993 y el año 2000, si bien, la de 1988 gana por mucho en vistosidad, ya que las imágenes representadas no se tratan de meras fotografías, sino de coloridas ilustraciones que la hacen única. De todas las familias del reino animal, las aves fueron mayoría en aquella ocasión.
El 21 de septiembre fue turno del roquero rojo, una especie migratoria no del todo conocida que en verano se distribuye por todos los sistemas montañosos relativamente cercanos al Mediterráneo, y entre ellos están el Sistemá Ibérico, Cordillera Cantábrica, los Sistemas Béticos, Sistema Central, Pirineos o incluso en la Sierra de Tramuntana, en Mallorca, para dar comienzo a la época de cría. En invierno se desplaza hasta Oriente Próximo y las sabanas africanas al norte del Ecuador. Se estima que en España se crían cada año en torno a 5000 ejemplares cada año.
Habitualmente consume insectos de gran tamaño: escarabajos, saltamontes u orugas, aunque en otoño puede consumir también ciertos frutos secos, razón por la que prefiere zonas montañosas de matorral alto en zonas cálidas, donde la variedad de insectos es abundante.
Como suele ocurrir en el caso de las aves, el macho es mucho más vistoso que la hembra; exhibe un plumaje que lo hace inconfundible, luciendo un colo azul grisáceo muy llamativo que contrasta notablemente con el naranja que cubre su pecho y el vientre. Muestra una amplia mancha blanca en la parte posterior de la espalda, con alas oscuras, cola anaranjada y una banda color pardo. Puede alcanzar hasta los 18 centímetros de longitud y en torno a 37 de envergadura
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