Recuerdo, cuando iba a casa de mis abuelos, leer las citas que entonces mostraba el cupón cada domingo. Desde entonces hay algunas de ellas que recuerdo de memoria. Entre ellas está el que ocupa esta entrada de blog, frase reconocible para muchos, aunque, me temo, de cada vez menos práctica en la sociedad actual: Un límite de nuestra libertad es la libertad de los demás.
Por todos es conocida la versión Tu libertad termina donde empieza la mía, si bien fue Alphonse Karr (escrito Alfonso Karr en el cupón) quien la acuñó hace un par de siglos.
Me picaba la curiosidad por saber quién era el susodicho Karr, ya que hasta ahora ni me había molestado en indagar en alguna enciclopedia o página web, y ahora descubro que se trataba de uno de los novelistas y pensadores más influyentes de la Francia del siglo XIX.
Nacido en París, de nombre Jean-Baptiste, y maestro de vocación, fue autor de diversos romances autobiográficos que le valieron la fama (Sous les Tilleuls -1832-, Une heure trop tard...), aunque críticos de su época aseguraban que merecía tener más fama de la que realmente tenía. En ellas se dieron a conocer la mayoría de sus proverbios y citas más famosas:
El amor, como el fuego, lo purifica todo.
Todo hombre tiene tres variedades de carácter: el que realmente tiene, el que aparenta y el que cree tener.
Nos gusta llamar testarudez a la perseverancia ajena, pero le reservamos el nombre de perseverancia a nuestra testarudez.
Creo en el dios que hizo a los hombres, pero no en el que los hombres han hecho.
Con los años se pasó a la floricultura, ya como residente en la costa sur de Francia (llegando incluso a fundar y gestionar el Mercado de las Flores de la Riviera Francesa. Amante de la pesca, fijó su residencia en Niza. Murió en Saint-Raphäel, una pequeña localidad costera cercana a aquella ciudad.
Alfonso Karr |
No hay comentarios:
Publicar un comentario